Desde M1 hasta M30, todos los objetos del catálogo Messier son objetos de nuestra propia galaxia: nebulosas de emisión, nebulosas planetarias, cúmulos globulares y cúmulos abiertos. Sin embargo, con M31 esta racha se rompe, y encontramos un objeto cuyas dimensiones físicas superan a las de nuestra propia galaxia.
M31 es la galaxia más grande y masiva del Cúmulo Local de galaxias del cual la Vía Láctea es el segundo miembro de mayor influencia. Para tener una idea de la enorme distancia que separa ambas galaxias, el lector debe considerar que, hasta M30, todos los objetos que se han observado han estado dentro de una esfera imaginaria centrada en la Tierra con 35000 años luz de radio. La Gran Galaxia de Andrómeda, la galaxia masiva más cercana a la Tierra, ¡se ubica a 2.5 millones (2500000) de años luz de distancia! Esto quiere decir que, si una civilización muy avanzada en la galaxia de Andrómeda tuviera un telescopio lo suficientemente grande como para observar nuestro planeta con alta resolución, observaría en este mismo instante a nuestros antepasados homínidos Australopithecus caminando sobre las llanuras de África Oriental. Así de enorme es el Universo.
Desde antes de la invención del telescopio, M31 ya llamaba la atención de los primeros astrónomos. En cielos oscuros, a simple vista, M31 se ve como una manchita borrosa, por lo que es el objeto más distante que podemos observar los seres humanos a ojo desnudo. Ya con el telescopio en mano, varios astrónomos intentaron observar estrellas individuales en la galaxia, pero al no encontrar ni una, la catalogaron como un objeto nebuloso irresoluble, en la misma categoría que nebulosas como la Nebulosa de Orión (M42) y la Nebulosa de la Laguna (M8). Es decir, los astrónomos de los siglos XVI-XIX consideraban que M31 era un objeto nebuloso de nuestro vecindario cósmico. No fue hasta inicios de la década de 1920 que su verdadera naturaleza galáctica quedó al descubierto, al medirse la descomunal distancia que nos separaba de nuestro vecino galáctico más cercano. No voy a entrar en detalles aquí acerca de cómo se midió esta distancia, porque sería extender la presente entrada demasiado. Sin embargo, recomiendo al lector muchísimo que investigue acerca de este tema, ya que es una historia muy interesante de genialidad, trabajo duro, y como siempre, de los errores a los que pueden estar sujetos incluso los científicos más prestigiosos de un determinado campo de investigación.
Las fotografías de M31 son fotos obligadas de todos los libros de astronomía y todos los sitios web de divulgación astronómica. Y es que no existe ninguna otra galaxia, además de la nuestra, que se muestre con un tamaño tan magno como la galaxia de Andrómeda. Con una cámara de larga exposición, ¡M31 ocupa un área del cielo equivalente al de 12 Lunas llenas juntas! De hecho, es tan grande que una vista completa de la galaxia sólo es posible con telescopios de pequeña abertura. Para telescopios de gran apertura, sólo es posible conseguir una vista casi completa de la galaxia usando reductores focales y oculares que proporcionen la menor cantidad de aumentos posible.
Con todo lo que ya se ha descrito, no es de sorprender entonces que, cuando era niño, tenía unas ganas inmensas de querer observar esta galaxia con un telescopio. Sin embargo, casi todas esas ganas de desvanecieron cuando observé una débil Nebulosa de Orión desde los cielos resplandecientes de mi ciudad natal, Lima, alrededor del año 2015. Decepcionado, dejé de intentar cazar objetos difusos pensando de antemano que sería imposible verlos durante los siguientes 3 años, hasta que mi fe fue revivida gracias al éxito de haber conseguido observar M5 desde los mismos cielos urbanos que 3 años antes me habían imposibilitado disfrutar de una noche de observación de la Nebulosa de Orión. Así, el 27 de Noviembre del 2018, sin la presencia de la Luna, dirigí mi telescopio de 114 mm de apertura hacia M31, y con 28.125 aumentos y con la vista desviada, logré observar a la Gran Galaxia de Andrómeda desde el corazón de la ciudad de Lima:
Sólo llegué a observar el núcleo de la galaxia, el cual se veía como una mancha ligeramente ovalada, muy difusa y con un marcado gradiente de luminosidad hacia su centro. El tamaño de la mancha era de alrededor de 2/3 del de la Luna llena. Sin embargo, para mí era motivo más que suficiente para festejar haber conseguido observar mi primer objeto extra-galáctico, y con ello, haber podido viajar unos 2.5 millones de años en el pasado.
Cuando ya estaba a punto de terminar el dibujo, noté que había una especie de "molestia" en un lugar específico del campo ocular, que no parecía cambiar de posición. Tenía muchas dudas de si debía plasmar esa manchita extremadamente débil que veía en mi dibujo, ya que fácilmente podría ser un efecto óptico creado por una fuente luminaria cercana a mi lugar de observación. Sin embargo, siguiendo la filosofía "más vale que sobre, a que falte", decidí dibujar aquella manchita de todas formas. Tras pasar mi bosquejo a limpio, procedí a evaluar qué tan fidedigno era mi dibujo tomando como referencia fotografías de observatorios profesionales de M31. Para mi sorpresa, esa manchita molesta resultó ser M32, galaxia satélite de M31. De verdad, ¡hubiera saltado al cielo si hubiera tenido la capacidad! No sólo había logrado cazar a M31, sino también su compañera de viaje mucho más diminuta, M32. De su otra galaxia satélite, M110, temo decir que no la detecté en lo absoluto, lo cual es razonable considerando que la magnitud aparente de M32 es 8.0, mientras que la de M110 es 8.5.
Así, con enorme entusiasmo, finalicé en uno de los objetivos que me había planteado cuando adquirí mi segundo telescopio. Sin embargo, ahora tenía una nueva misión para el futuro: ¡cazar a todos los objetos de espacio profundo del catálogo Messier!