NGC 2392, más conocida como la Nebulosa del Esquimal, es una nebulosa planetaria ubicada en la constelación de Géminis a una distancia de 4100 años luz.
Con una magnitud aparente de 10.1, cualquiera pensaría que NGC 2392 es un objeto sólo asequible para telescopios de gran apertura. En efecto, durante mucho tiempo yo también pensaba así, hasta que por mera curiosidad, decidí intentar cazar esta nebulosa planetaria la noche sin Luna del 14 de Enero del 2019 con mi telescopio de 114 mm de apertura desde mi lugar de observación habitual: la ciudad de Lima. Grande fue mi sorpresa al identificar a la nebulosa planetaria inmediatamente en el campo ocular a 28.125 aumentos como una estrellita blanquecina borrosa. Completamente emocionado, decidí entonces forzar los aumentos del telescopio hasta el máximo: 225. Complacido con la vista del campo ocular, agarré con rápidez mi lápiz y me puse a dibujar lo que durante muchos años pensé que era un objetivo imposible. NGC 2392 se convirtió así, en la primera nebulosa planetaria que dibujé, y también la que revivió mi fe en observar objetos de espacio profundo visualmente pequeños, siendo el mejor ejemplo de ello las nebulosas planetarias.
Con 225 aumentos y con la vista desviada, la Nebulosa del Esquimal se veía como una mancha redonda, grisácea y difusa, con un tamaño aparente similar al del planeta Júpiter, y con un marcado gradiente de brillo hacia su centro. La mancha no era homogénea, sino que se observaban pequeñísimas regiones donde su densidad de brillo superficial era mayor, dando un aspecto similar al de un cúmulo globular que está a punto de resolverse (osea, observar sus estrellas individuales). Por otro lado, el centro de la mancha relucía un núcleo blanquecino puntual pero borroso, que por ratos parecía mezclarse con el resto de la mancha. Justo encima de NGC 2392, a sólo 2' de arco de distancia, había una estrella más o menos brillante que bien puede servir de señuelo en caso el astrónomo aficionado no pueda ubicar a NGC 2392 a primera vista.
La vista que tuve de NGC 2392 aquella noche me dejó más que encantado, y también deseoso por conocer cuántas más nebulosas planetarias se podían observar con el mismo telescopio bajo las mismas condiciones del cielo. En otras palabras, fue gracias a mi exitosa observación de NGC 2392 que hoy en día tengo dibujos de varias nebulosas planetarias observadas desde la ciudad de Lima, los cuales el lector podrá encontrar en la sección GALERÍA con los nombres de: NGC 3242, NGC 6818, NGC 7009, NGC 7662, M27, M57 e IC 418.
Quizás se pregunte el curioso lector: ¿Por qué se pueden ver tantas nebulosas planetarias desde la ciudad de Lima si la mayoría de ellas tiene un bajísima brillo aparente? La respuesta contiene una palabra clave: DENSIDAD. No es lo mismo observar una nebulosa circular con magnitud aparente de 9.0 y diámetro angular de 30' que otra nebulosa con la misma magnitud aparente pero con un diámetro angular de sólo 1'. Si bien ambas hipotéticas nebulosas brillan con la misma magnitud, el brillo de la segunda nebulosa está distribuido en un área del cielo 900 veces menor que el de la primera nebulosa, lo cual significa que su densidad de brillo superficial es 900 veces superior al de la primera nebulosa. Y al final, lo que importa al momento de determinar qué objetos de cielo profundo podrán verse con un telescopio es la densidad de brillo superficial, no la magnitud aparente en sí. Lo mismo aplica para los sensores de las cámaras fotográficas.
En conclusión, todo astrónomo aficionado no debe dejarse engañar por el valor de la magnitud aparente, sino que también debe averigüar el valor del área del cielo en el que está distribuido el brillo del objetivo. En el caso de las nebulosas planetarias, varias de ellas son visibles desde la ciudad de Lima porque sus diámetros angulares suelen ser muy pequeños. El diámetro angular de NGC 2392, por ejemplo, es de unos 45" de arco, similar al diámetro angular promedio del planeta Júpiter.
Habiendo esclarecido lo expuesto en los últimos dos párrafos, queda la interrogante: ¿Y cuál es el verdadero aspecto de NGC 2392? Antes de mostrar una fotografía de un observatorio profesional, me gustaría compartir con el lector mi humilde intento por capturar en fotografía a esta nebulosa planetaria desde la ciudad de Lima:
La fotografía (con fecha 8 de Enero del 2019) es un apilamiento de 36 imágenes en formato RAW de 4 segundos de exposición (total de 2 minutos 24 segundos), el cual ha sido procesado de tal manera que se ha sustraído el brillo de fondo del cielo limeño. Lamentablemente, la técnica que adopté para tomar la fotografía está pensada para objetos de gran amplitud angular, por lo que los detalles internos de NGC 2362 se ven poco nítidos. Sin embargo, sí se logra distinguir con claridad una estrella central (magnitud aparente: 10.5) envuelta por una densa capa de material interestelar color turquesa-blanquecina con forma de escudo, la cual a su vez está envuelta por una capa turquesa más tenue que presenta trazos de color amarillo-naranja oscuro en su periferia con direcciones opuestas a la estrella central. A pesar de lo poco nítida que es la fotografía, los detalles que sí se llegan a distinguir explican bastante bien la borrosa estrella central y las irregularidades de densidad que había reportado en el dibujo líneas más arriba.
Ahora sí, el platillo fuerte: una imagen de la Nebulosa del Esquimal tomada por el Telescopio Espacial Hubble.
La vista que tuve de NGC 2392 aquella noche me dejó más que encantado, y también deseoso por conocer cuántas más nebulosas planetarias se podían observar con el mismo telescopio bajo las mismas condiciones del cielo. En otras palabras, fue gracias a mi exitosa observación de NGC 2392 que hoy en día tengo dibujos de varias nebulosas planetarias observadas desde la ciudad de Lima, los cuales el lector podrá encontrar en la sección GALERÍA con los nombres de: NGC 3242, NGC 6818, NGC 7009, NGC 7662, M27, M57 e IC 418.
Quizás se pregunte el curioso lector: ¿Por qué se pueden ver tantas nebulosas planetarias desde la ciudad de Lima si la mayoría de ellas tiene un bajísima brillo aparente? La respuesta contiene una palabra clave: DENSIDAD. No es lo mismo observar una nebulosa circular con magnitud aparente de 9.0 y diámetro angular de 30' que otra nebulosa con la misma magnitud aparente pero con un diámetro angular de sólo 1'. Si bien ambas hipotéticas nebulosas brillan con la misma magnitud, el brillo de la segunda nebulosa está distribuido en un área del cielo 900 veces menor que el de la primera nebulosa, lo cual significa que su densidad de brillo superficial es 900 veces superior al de la primera nebulosa. Y al final, lo que importa al momento de determinar qué objetos de cielo profundo podrán verse con un telescopio es la densidad de brillo superficial, no la magnitud aparente en sí. Lo mismo aplica para los sensores de las cámaras fotográficas.
En conclusión, todo astrónomo aficionado no debe dejarse engañar por el valor de la magnitud aparente, sino que también debe averigüar el valor del área del cielo en el que está distribuido el brillo del objetivo. En el caso de las nebulosas planetarias, varias de ellas son visibles desde la ciudad de Lima porque sus diámetros angulares suelen ser muy pequeños. El diámetro angular de NGC 2392, por ejemplo, es de unos 45" de arco, similar al diámetro angular promedio del planeta Júpiter.
Habiendo esclarecido lo expuesto en los últimos dos párrafos, queda la interrogante: ¿Y cuál es el verdadero aspecto de NGC 2392? Antes de mostrar una fotografía de un observatorio profesional, me gustaría compartir con el lector mi humilde intento por capturar en fotografía a esta nebulosa planetaria desde la ciudad de Lima:
La fotografía (con fecha 8 de Enero del 2019) es un apilamiento de 36 imágenes en formato RAW de 4 segundos de exposición (total de 2 minutos 24 segundos), el cual ha sido procesado de tal manera que se ha sustraído el brillo de fondo del cielo limeño. Lamentablemente, la técnica que adopté para tomar la fotografía está pensada para objetos de gran amplitud angular, por lo que los detalles internos de NGC 2362 se ven poco nítidos. Sin embargo, sí se logra distinguir con claridad una estrella central (magnitud aparente: 10.5) envuelta por una densa capa de material interestelar color turquesa-blanquecina con forma de escudo, la cual a su vez está envuelta por una capa turquesa más tenue que presenta trazos de color amarillo-naranja oscuro en su periferia con direcciones opuestas a la estrella central. A pesar de lo poco nítida que es la fotografía, los detalles que sí se llegan a distinguir explican bastante bien la borrosa estrella central y las irregularidades de densidad que había reportado en el dibujo líneas más arriba.
Ahora sí, el platillo fuerte: una imagen de la Nebulosa del Esquimal tomada por el Telescopio Espacial Hubble.
Créditos: HST, NASA y ESA.
Nótese que básicamente se observan los mismos detalles que en la primera fotografía, tan sólo que con la nitidez que caracteriza al Telescopio Espacial Hubble. La región central de NGC 2392 ahora se ve bastante bien, siendo la capa que envuelve inmediatamente a la estrella central la que le da su nombre popular a la nebulosa planetaria, ya que para algunos su forma recuerda a una capucha de un esquimal vista de frente.
Sin duda, NGC 2392 es un objeto de cielo profundo grandioso, pero hay un motivo principal por el que aún mantengo en mi memoria vívidamente la vista que tuve de la Nebulosa del Esquimal aquella noche del 14 de Enero del 2019: fue en NGC 2392 la primera vez que vi con mis propios ojos una enana blanca, el núcleo compactado de la estrella cuyas capas exteriores han sido expulsadas y formaron la nebulosa planetaria. Lo que estamos presenciando es, entonces, LA MUERTE DE UNA ESTRELLA COMO EL SOL. Y con mi fotografía, la estrella central de NGC 2392 se convirtió también en la primera y única vez que he tomado una fotografía a una enana blanca. Y todo esto logrado desde mi lugar de observación habitual: la ciudad de Lima.